Del descubrimiento de oportunidades a la creación de mercados
Por José María Mateu
Tradicionalmente concebimos al emprendedor como un individuo capaz de descubrir y aprovechar oportunidades.
El origen de esa oportunidad puede ser diverso. Puede estar en la aparición de una nueva tecnología, en los cambios de la normativa legal, en nuevos gustos o preferencias de los consumidores o en nuevos modos de organizar la producción (serían los cuatro ámbitos ya identificados por el economista austríaco Schumpeter. Es la suya una perspectiva muy basada en la innovación, pero el origen de la oportunidad puede ser más prosaico. Pensemos por ejemplo en la oportunidad de alquilar un local recién desocupado en un área comercial de moda.
En cualquier caso, esta concepción del emprendedor como alguien capaz de descubrir y aprovechar oportunidades es la que ha prevalecido a lo largo de los años. Lo que quiero hacer ver aquí es que en esta concepción del hecho emprendedor la oportunidad se erige como el germen y la condición necesaria para la emergencia de toda acción emprendedora.
Frente a esta visión de la oportunidad como origen de la acción emprendedora, cobra relevancia en los últimos tiempos la visión de que la oportunidad puede ser en realidad la consecuencia de la acción emprendedora, más que su origen. En la práctica, esta nueva perspectiva supone admitir que las oportunidades, o algunas de ellas, más que existir son en realidad creadas como resultado de la acción emprendedora.
Esta nueva perspectiva implica un gran cambio conceptual que afecta a muchas de las ideas establecidas hasta ahora en el ámbito de la iniciativa emprendedora, y que abre en la práctica una prometedora línea de pensamiento, la Teoría de la Creación de Oportunidades, como alternativa/complemento a la Teoría del Descubrimiento de Oportunidades.
La trascendencia que se le atribuye a esta nueva Teoría bien merece un par de reflexiones adicionales.
En primer lugar, al admitir la posibilidad de crear oportunidades situamos el foco de la acción emprendedora en el propio proceso de creación. La oportunidad no es ya algo existente que hay que descubrir, sino algo que hay que construir. No estamos pues trabajando con un mero proceso de exploración, sino con uno de exploración, diseño y construcción que implica la aplicación de trabajo creativo y en el que la voluntad y recursos del actor (el emprendedor) cobran relevancia.
En segundo lugar, deberemos considerar que el proceso ha creado realmente una oportunidad si en su desarrollo es capaz de hacer emerger un nuevo mercado. En esencia es la acción del emprendedor la que crea el mercado. Como decía Paul Geroski “un mercado existe cuando alguien es capaz de soñar en un conjunto de necesidades que pueden ser atendidas de manera rentable”.
Son ideas inspiradoras, al menos para los que nos interesamos por el mundo emprendedor.
José María Mateu
Consultor de organizaciones Tradigenia, S.L.
Profesor e&s Business School y de la
Universidad Politécnica de Valencia
Bolg
Linked in