Sobre la insoportable incertidumbre del espacio emprendedor
Por José María Mateu
Resulta difícil para el emprendedor vislumbrar los escenarios de futuro a los que puede derivar su iniciativa empresarial. El peor de los casos puede resultar letal, porque a la pérdida del tiempo y los recursos invertidos se añadirán la pérdida de confianza de su entorno y hasta la animadversión de algunos de los que le apoyaron (en ocasiones familia y amigos). El mejor de los escenarios posibles, o al menos el mejor de los habitualmente contemplados por el emprendedor, incluye el éxito espectacular, fulgurante e incontestable. Es obvio que entre ambos escenarios extremos se extiende todo un mar de posibles situaciones intermedias.
Si además de pedir al emprendedor que vislumbre los posibles escenarios futuros le pedimos que estime la probabilidad de cada uno de ellos, en lugar de respuesta obtendremos probablemente un prolongado y perfecto silencio.
El futuro del emprendedor está presidido por eso que Knight llamaba la ‘verdadera incertidumbre’, una incertidumbre que va más allá del riesgo. Cuando caben diversos futuros pero uno tiene cierta idea de cuál es más probable y cuál menos la situación se puede expresar en términos de riesgo, algo más manejable que la verdadera incertidumbre descrita por Knight.
Pero la dificultad para prever el futuro no es más que un primer componente de la incertidumbre que planea sobre la mayor parte de las nuevas iniciativas empresariales. Un segundo factor es la incertidumbre sobre los fines. Cuando en el curso de acciones formativas para emprendedores pregunto a éstos sobre cuáles son sus objetivos al emprender, pocos de ellos parecen tener claro qué es lo que pretenden. Es lo que Sarasvathy llama ‘ambigüedad de fines’.
Y por último, un tercer factor de incertidumbre que envuelve la creación de nuevas empresas es la llamada ‘isotropía’ del espacio emprendedor, que es la indefinición sobre qué aspectos del entorno serán relevantes en el desarrollo de la iniciativa y cuáles no. Dicho de modo más práctico, el desconocimiento de qué aspectos de ese entorno deben ser tenidos en cuenta y cuáles no a la hora de tomar decisiones para llevar adelante la iniciativa empresarial.
Es claro que un espacio definido por estas tres dimensiones (verdadera incertidumbre, ambigüedad de fines e isotropía) no es el mejor caldo de cultivo para la planificación al uso.
Emerge por ello con fuerza la necesidad de utilizar lógicas menos mecanicistas que las empleadas hasta ahora, lógicas capaces de contemplar el hecho emprendedor en como un todo y, a su vez, como un proceso que se va conformando de manera progresiva, según el emprendedor avanza y empuja en mitad de la niebla, tomando decisiones que en ocasiones parecen únicamente basadas en su fe en la oportunidad.
El mundo futuro no es una profecía inexorable, es el resultado de la propia acción de emprendedores capaces de tomar decisiones en un mundo presente en el que lo único cierto es la incertidumbre. Cuanto mayor sea esta incertidumbre mayor será la utilidad de las nuevas metodologías a la hora de tomar esas decisiones (ver El aprendizaje como foco del proceso emprendedor y Metodología para el emprendimiento ligero). No seguirlas es correr un alto riesgo de encallar en la multitud de peligros que acechan al emprendedor desde la espesa niebla que le rodea.
José María Mateu
Consultor de organizaciones Tradigenia, S.L.
Profesor e&s Business School y de la
Universidad Politécnica de Valencia
Bolg
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